La terapia de la luz, que surge como una gran promesa para la humanidad en este cambio de milenio, ya era practicada desde el principio de los tiempos por diversas culturas. Ya en la Biblia encontramos la expresión en que Dios, el Creador, dijo: "Fiat Lux" (hágase la luz) y la vida comenzó. Jesús en su paso por la Tierra curaba con la luz de Dios y hasta hoy la humanidad recurre a la luz del espíritu para curar aquellos males que la ciencia no consigue desvendar.
Encontramos en los textos antiguos que los médicos griegos y del Antiguo Egipto practicaban curas por exposición a la luz solar. Heliópolis, la ciudad griega del sol, era una verdadera ciudad de cura por la luz. Fundada por Herodoto, padre de la helioterapia, fue concebida con innumerables templos de cura donde se practicaba la terapia solar a través de sus componentes espectrales (colores).
Aunque se atribuya al Antiguo Egipto el descubrimiento de la terapia cromo-espectral, han sido los griegos, a través de la helioterapia, quienes dieron comienzo a las prácticas de la actualmente conocida cromoterapia. Los antiguos egipcios, valiéndose de que el color rojo estimula, mientras que el color azul relaja y revigoriza, desarrollaron las bases de la cromoterapia para tratar, tanto dolencias físicas, como mentales o emocionales.
Pitágoras, que vivió en Grecia 500 años antes de Cristo, ya practicaba la terapia cromo-espectral. Hipócrates y Galeno, médicos griegos del inicio de nuestra era, también conocían las cualidades terapéuticas de la luz, aunque de forma intuitiva. Aristóteles fue el primero en afirmar que la luz se propagaba en forma de ondas, siendo Ptolomeo quien descubrió el fenómeno de la refracción, que ocurre cada vez que la luz atraviesa dos medios de naturaleza diferente.
En 1672, Isaac Newton, utilizando un prisma, fue el pionero en el descubrimiento de que la luz, en su espectro visible, al incidir en un prisma, se descompone en los colores del arco iris. En 1676 Ole Römer fue el primero en medir la velocidad de la luz, dando origen así a la ciencia que estudia las características físicas de la luz: la óptica.
Casi al mismo tiempo en que surgen los primeros enfoques científicos sobre la luz y sus propiedades, aparecen escritores y filósofos como Shakespeare y Descartes, que no sólo percibieron la importancia de la luz como fenómeno físico, sino también su relación con la esencia humana. Descubrieron que los ojos, portadores de la luz para el cuerpo, la mente y el espíritu, constituían una vía de acceso para llegar a la integración del ser con su esencia, con el medio externo, con el universo y con Dios.
El filósofo y escritor alemán Goethe, en 1840, lanza su obra "Teoría de los Colores", donde se registra, por primera vez en la historia, la influencia que el color ejerce en nuestras vidas a nivel físico, mental y emocional. A partir de este punto surge un nuevo enfoque en el estudio de la luz y sus efectos en la vida humana.
Los médicos del siglo XIX se implican en las experiencias de tratamientos de enfermedades, como la parálisis y la tuberculosis, con la luz solar y los colores. En 1876 Augustus J. Pleasanton publica su libro "Luces del sol y azules", donde relata los efectos de la luz azul en el sistema glandular, en el sistema nervioso y en los órganos secretores. En 1877 el Dr. Seth Pancoast publicó su libro "Luces rojas y azules", donde trata del poder bactericida de la luz violeta. En 1878 el Dr. Edwin Babbitt publicó su clásico "Los principios de la luz y del color", donde relata incontables experiencias de cura, de las más diversas desarmonías, actuando con luz colorida en diferentes colores y matices. Esta obra ha despertado el interés de la clase médica por la terapia de la luz y continúa siendo objeto de estudio hasta los días de hoy. Seguidamente, descubrimientos como el poder bactericida de la luz ultravioleta, así como el reconocimiento de la influencia de la luz en la producción de la vitamina D y su incidencia en el tratamiento del raquitismo, fueron acontecimientos que despertaron cada vez más el interés de los médicos de aquella época por el estudio de la terapia de la luz. En 1920 el médico italiano Dinshah P. Ghadiali funda el "Spectro-Chrome Institute", destinado a capacitar a médicos y otros terapeutas en la "terapia de la luz y del color" y en 1933 publica su otra de tres volúmenes: "Spectro-Chrome Metry Encyclopedia".
En esta obra, Ghadiali relata que todo elemento químico en estado de activación, emite una radiación característica dentro del espectro de bandas coloridas, denominada líneas espectrales de Fraunhofer. Esta radiación definida por cierta frecuencia y longitud de onda, es única para cada elemento y podemos considerarla como las "huellas dactilares" del elemento.
Ghadiali también descubrió que cuando un elemento es expuesto a la luz blanca, absorbe la frecuencia correspondiente a su banda espectral y emite luz en esa misma frecuencia. Tal es el caso del hierro en la fotosíntesis, en que absorbe de la luz blanca la banda espectral correspondiente al color verde y emite esa misma banda de frecuencia, proporcionando el color verde a los vegetales. Llegó a la conclusión de que estando el cuerpo humano constituido de muchos elementos químicos, también él debe absorber luz de una determinada frecuencia y emitirla al exterior, a través del campo electromagnético que envuelve el cuerpo, a que los antiguos denominaron aura.
Entonces Ghadiali estudió el espectro de Fraunhofer para cada elemento dentro del cuerpo y comparó cada emisión de color primario del elemento con su función fisiológica. Llegó a la conclusión de que el principal color emitido por el elemento estaba relacionado con la función de éste en el cuerpo; por tanto, cuando ese color fuese aplicado terapéuticamente, auxiliaría la función de este elemento en el organismo. Desarrolló así un conjunto de 12 filtros de color para utilizarlos como sistema cromo-espectral de cura, dando origen a las bases de una nueva terapéutica, que prometía revolucionar la ciencia médica de aquella época, con el comienzo de una terapia no invasiva que permitía tratar las dolencias del cuerpo, de la mente y del alma a través de la luz.
Por el tiempo en que Dinshah Ghadiali desarrollaba el sistema cromo-espectral, el Dr. Harry Riley Spitler introduce una pesquisa que iba a revolucionar la medicina de la época. Spitler, basado en los estudios de los trabajos de Babbitt y Ghadiali, implanta la terapia de la Luz en el sanatorio que dirigía. Con base en los resultados obtenidos, Spitler descubre que la terapia de la luz que utilizaba la aplicación de luz colorida, ofrecía nuevas perspectivas de incremento, en aplicaciones y eficacia, cuando la luz era encaminada a través de los ojos.
Descubrió que tanto el sistema nervioso autónomo cuanto el sistema endocrino, estaban ligados al cerebro a través de los ojos. La luz que penetra en el cuerpo a través de los ojos, estaría restaurando el equilibrio de esos sistemas y de otras funciones del cerebro. Así, Spitler da comienzo a un nuevo abordaje de la terapia de la luz, al que denominó sintónica. La sintónica se refiere al equilibrio fisiológico del sistema nervioso. Spitler descubrió también que la cura por la luz no se procesaba de igual manera en todos los individuos, sino que dependía de su biotipo y constitución física / emocional. Spitler desarrolla entonces un sistema más completo que el de sus antecesores, donde relaciona la constitución y el biotipo de la persona, basando la terapia en la energía y en la frecuencia de luz transmitida, en vez de basarla en el uso de filtros coloridos, pues aunque cada color de filtro generase una frecuencia característica de luz, a causa del biotipo ésta no sería igualmente absorbida por el receptor.
Spitler y sus seguidores continuaron con fortuna sus experiencias hasta nuestros días, basándose en la comprobación científica de que los ojos son verdaderamente las "ventanas del alma". En 1938 Spitler da sustentación y base científica al aparecimiento de una nueva terapia no invasiva que prometía revolucionar la medicina: la terapia de la luz.
Sin embargo, al mismo tiempo en que Spitler iniciaba su escalada sorprendente dentro de la clase médica, capacitando a médicos y a otros profesionales de la salud en este nuevo punto de vista de la cura por la luz, en el College of Syntonic Optometry un hecho científico cambia el foco de atención de la medicina para la farmacología.
Fue el premio Nobel otorgado al Dr. Domagk por el descubrimiento de la sulfanilamida, lo que dio comienzo a una nueva dirección y a una nueva fase de la ciencia médica: la de la medicina medicamentosa, en que las dolencias son tratadas químicamente, priorizando la eliminación de los síntomas, y dejando en un segundo plano los tratamientos que tienen por objeto reequilibrar al individuo generador de la dolencia.
Ofuscada por la nueva droga, la terapia de la luz implantada por Splitler en su clínica, se fue quedando obsoleta y pasó temporalmente a la clandestinidad.
Pese a la resistencia de la clase médica, los estudios del Dr. Spitler continuaron y sus descubrimientos también. Aunque sin gran aceptación en el área médica, el College of Syntonic Optometry continúa hasta los días actuales, desarrollando y divulgando los hallazgos de la terapia de la luz a través de los ojos.
Tras la muerte del Dr. Spitler en 1961 sus alumnos y seguidores han continuado con el instituto, hoy dirigido por el Dr. Jacob Liberman, autor de la obra "Luz La Medicina del Futuro", obra que constituye un verdadero homenaje a los pioneros de la cura por la luz.
En la década de los 70 el Dr. Robert Gerard en su tesis de psicología, demostró cómo los sentimientos y emociones son influenciados por la visión de determinados colores y su relación con el sistema nervioso autónomo.
El Dr. Harry Wohlfarth, enfocando también el sistema nervioso autónomo (SNA), consiguió a través de estudios empíricos, verificar la influencia de los colores en el SNA y su incidencia en la tensión arterial, en la frecuencia respiratoria y en el ritmo cardíaco.
Por esa misma época surgen otras pesquisas acerca de la luz y el color, a través de las observaciones del Dr. Max Lüscher, que estudió profundamente el tema: "preferencia por el color". Basándose en los estudios de la obra de Ghadiali, que sostiene que la preferencia por un determinado color está ligada a la ausencia de este mismo color dentro del individuo, en forma de elemento químico generador y emisor de ese color, el Dr. Lüscher descubrió que la preferencia por un color está asociada a cierto estado mental y de equilibrio hormonal.
La experiencia consistía en someter repetidamente una región específica del cerebro de un conejo (que era el final del camino recorrido por la luz, desde el ojo hasta la glándula pineal), a luces de colores diferentes. Se observó que algunos colores estimulaban la función endocrina, mientras que otras podían inhibir, e incluso, desequilibrar completamente tal función.
A partir de esta experiencia, llegamos a los años 90 con la confirmación de que diferentes colores (longitudes de onda diferentes) al incidir, a través del ojo humano, sobre la glándula pineal, afectarían al sistema endocrino y al sistema nervioso autónomo, el cual, a su vez, influenciaría, a través del nervio vago, todos los órganos internos, así como a los órganos de los sentidos y a las funciones periféricas del cuerpo.
El Dr. Lüscher descubrió también, en sus pesquisas, que a nivel mental, las reacciones de un individuo a determinadas longitudes de onda, estaban asociadas a su primera memoria, anterior y única, localizada en la región de los ganglios de la base del cerebro, ligada a las informaciones provenientes de las profundidades de su centro (¿de su Alma tal vez?). En este punto, podemos observar que la ciencia de los años 90 parece estar demostrando la autenticidad de las informaciones que los antiguos habían obtenido de forma intuitiva.
Tal es el caso de la teoría de los Chakras, encontrada en escritos tibetanos antiguos, donde se sostiene que la luz entra en el cuerpo a través de los ojos (ventanas del alma) hasta la pineal (sede del alma) y continúa recorriendo un sistema de 7 centros energéticos, que se localizan exactamente en los emplazamientos de las principales glándulas endocrinas.
Estos centros se corresponden con diferentes estados de conciencia personal y aspectos de la personalidad, además de comunicarse entre sí por una red de finos canales energéticos, llamados nadis, que se extienden hasta fuera del cuerpo físico. Los antiguos consideraban que por los nadis la energía de la fuente de la vida se convertía en materia.
Según afirmó el Dr. Jacob Liberman, en su obra: "Luz la medicina del futuro", (Luz a medicina do futuro) ed. Siciliano, edición 1994, pág. 61: "Tal vez ya sea hora de que comprendamos que nuestro conocer intuitivo ha precedido a nuestros descubrimientos científicos. ¿No estaremos, en realidad, utilizando el método científico para comprobar lo que ya sabemos?"
En 1982 la Dra. Sharon McDonald proporcionó otra valiosa contribución a la terapia de la luz, sometiendo a 60 mujeres de mediana edad, portadoras de artritis reumatoide, a la exposición con luz azul. De la experiencia resultó que los dolores disminuían mientras las regiones afectadas permanecían expuestas a la luz azul. También observó que cuanto mayor era el tiempo de exposición, mayor era el beneficio obtenido.
En 1985 el Dr. John Ott abre un gran portal en las pesquisas de la terapia de la luz, lanzando la película "Explorando el espectro", donde muestra las observaciones microscópicas de los efectos de la luz sobre los patrones de movimiento de los cloroplastos (componentes celulares portadores de la clorofila).
Inicialmente sometió a los cloroplastos a la luz del espectro total y seguidamente hizo la misma experiencia, colocando filtros rojo y azul. El Dr. Ott observó que el patrón de movimiento era alterado e interrumpido cuando utilizaba la luz filtrada y volvía a lo normal cuando se colocaba una fuente de luz ultravioleta que reproducía características próximas al especto solar.
John Ott dio su gran contribución al demostrar los efectos que determinadas longitudes de onda provocaban a nivel celular, tanto en organismos animales como vegetales. Esta experiencia abrió espacio para encaminar las pesquisas de la terapia de la luz en relación a las dolencias que afectan a los procesos celulares, como la mutación del ADN que ocurre en los casos de cáncer e incluso en el SIDA.
Posteriormente la Dra. Smith Sonneborn, profesora de zoología y fisiología, con base en las experiencias del Dr. Ott, inició una pesquisa utilizando organismos unicelulares, denominados paramecios. Ella descubrió que para que una célula se tornase cancerosa, en primer lugar habría de sufrir una alteración en su componente hereditario responsable por la restauración celular presente en el ADN; por otra parte, ella verificó que las células viejas presentaban una acumulación de ADN alterado. Seguidamente, encaminó su pesquisa en el sentido de verificar si era posible recuperar las células dañadas y rejuvenecer las envejecidas, para así eliminar el riesgo de que se volviesen cancerosas. Las pesquisas fueron verdaderamente muy exitosas, y demostraron claramente, que determinados tipos de luz del espectro visible revertían el proceso de envejecimiento celular, al igual que reparaban las células cancerosas.
Los resultados de esas pesquisas, aparecidos en la década de los 90, se aproximan cada vez más a los actuales y nuevos abordajes terapéuticos, que contribuyen todavía más al sostenimiento de la terapia de la Luz y del color.
Una nueva fase en la terapia de la luz se inicia a partir de 1989, por los hallazgos del Dr. Russel J. Reiter, en relación con la melatonina, la hormona y el neurotransmisor liberado por la glándula pineal.
La melatonina es producida por la glándula pineal y regulada por el ciclo diario de claro-oscuro (conocido como ritmo circadiano). La glándula pineal está ligada a los ojos y el oscuro le sirve de señal para iniciar la producción de melatonina. La glándula pineal está conectada con los ojos (las ventanas del alma) mediante una vía nerviosa directa que produce la melatonina al oscurecer, ayudando a regular el ritmo biológico básico de cada órgano, cada tejido y cada célula del cuerpo. Ella regula, además, otros ritmos, como el ciclo de sueño y vigilia y el inicio de la pubertad.
A partir de los numerosos estudios y pesquisas respecto de la amplia gama de propiedades de la melatonina, la glándula pineal se fue convirtiendo cada vez más en objeto del interés de la ciencia, siendo hoy considerada como la nueva glándula-maestra responsable por el reloj biológico y por la liberación de la melatonina, hormona responsable de la producción de amplia variedad de otras hormonas que regulan diversos procesos orgánicos, desde la digestión hasta la reproducción.
La melatonina en el cerebro actúa como inductora del sueño; en el corazón y en el sistema circulatorio, reduce la formación de coágulos, lo cual, a su vez, ayuda a proteger al organismo de ataques y derrames. En el torrente sanguíneo, aumenta la capacidad de producción de anticuerpos, fortaleciendo el sistema inmunológico. Y finalmente, en el cuerpo entero, la melatonina actúa directamente sobre las células, como antioxidante, protegiéndolas de los daños provocados por los radicales libres, considerados los villanos responsables por el envejecimiento.
Los radicales libres son compuestos químicos producidos en el proceso de degradación y oxidación de las proteínas y son altamente inestables y reactivos, capaces de atacar la pared celular y provocar mutaciones del ADN de la mitocondria, afectando así a los procesos de restauración y renovación celular, dando origen al envejecimiento y a la producción de células cancerígenas.
Se ha comprobado que la melatonina constituye un poderoso antioxidante, que inhibe los ataques de los radicales libres a la membrana celular, protegiendo el mecanismo de restauración y renovación celular, restringiendo los procesos de envejecimiento. Bajo este punto de vista, la glándula pineal responsable por el reloj biológico, se convierte también en la controladora del reloj anti-envejecimiento. La glándula pineal conectada a los ojos y alimentada por la luz a través de ellos, es la directora general del equilibrio entre los procesos orgánicos internos y el medio externo. Si lo examinamos desde el punto de vista holístico, la Pineal, a través de la luz, gobierna la integración y el equilibrio entre los procesos internos del ser humano y el resto del universo.
La glándula pineal, considerada como la sede del alma por René Descartes en 1616, como el centro del chakra de la coronilla por los hindúes y yoghis, el lugar de encuentro con Dios, en la tradición hebraico-cristiana y lugar por el que entra la energía de la vida en el meridiano del hígado para los chinos, habiendo sido posteriormente subestimada por la ciencia, que la ha considerado como el apéndice del cerebro, hoy vuelve a ser el centro de las atenciones de la ciencia, debido a su posible función como "fuente de la juventud", a partir de las propiedades de la melatonina.
Desde el punto de vista filosófico, religioso y metafísico, la pineal también está siendo objeto de estudios, ocupando un lugar de destaque, pues muchas técnicas de meditación y trabajos con energía, han venido revelando un aumento de los potenciales y funciones atribuidas a la pineal. Tal como la ciencia ha demostrado que las funciones de la pineal son afectadas por la luz y el equilibrio luz-oscuridad, también se ha detectado que la glándula pineal responde, no solamente a la luz solar, sino también a la luz espiritual, o sea, la luz que los ojos visualizan en estados de meditación o de oración profundos.
Surge en este momento una reflexión: tal como ha ocurrido con el abordaje sobre la glándula pineal, que ha ocupado un lugar de destaque para los antiguos, siendo posteriormente subestimada por la ciencia moderna, y que hoy vuelve a ser objeto de estudios como la gran glándula-maestra que promete desvendar los misterios de la vida y de la eterna juventud, tal vez de manera semejante, la terapia de la luz, que ha llegado a su auge entre los antiguos y que ha sido arrinconada por la ciencia del siglo pasado, vuelva en los días de hoy, como una revolucionaria terapia no-invasiva que está manifestando excelentes resultados en áreas donde las terapias convencionales han fracasado, y se pueda iniciar una nueva fase evolutiva de la ciencia y de la filosofía, en que la luz y el lenguaje de los colores sean el alimento y la medicación del futuro.
Estamos sin duda en el umbral de la aparición de una nueva base para la existencia humana en la faz de la Tierra, en la cual una integración ciencia-espiritualidad se hace absolutamente necesaria para evitar retrocesos en el proceso evolutivo. Cabe a cada ser humano la gran responsabilidad de honrar la vida en todas sus formas de manifestación de la luz de Dios.
Rosa Maria Masino
Bibliografía:
Light the medicine of future , Jacob Liberman - Bear & Company
Luz a medicina do futuro, Jacob Liberman - Ed. Siciliano
Homem, Comunicação e Cor, Irene T. Framckoowiak - Ed. Ícone
Corpo Território do Sagrado, Evaristo Eduardo de Miranda - Ed. Loyola
Death of Ignorance, Dr. Fred Bell - New Age Press
Melatonina a Fonte da Juventude - Steve J. Bock - Ed Campus
O Espírito este desconhecido, Jean E. Charon - Ed. Melhoramentos
As Origens da Vida , Jules Carles - Edições 70