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ESTADISTICAS DEL PLANETA

lunes, 27 de febrero de 2012

La gente del océano - Los Delfines (nuestros padres ancestrales)

de Rolando Vargas, el Domingo, 26 de febrero de 2012 a la(s) 20:44 ·
Pocos animales despiertan la misma simpatía que los delfines. Aunque únicamente los conozca por documentales de tv, la inmensa mayoría siente una inclinación natural hacia estos simpáticos mamíferos acuáticos.

Nadie pone en duda que poseen un intelecto superlativo e incluso hay ilusos con sobredosis de new age que les atribuyen capacidades sobrenaturales. Quienes hemos tenido la suerte de compartir con un delfín sabemos que no es necesario creer en tales patrañas para comprender que no son simplemente otra especie de animal  inteligente, como los perros o los caballos (no cuento a los simios y primates porque, siendo nosotros parte de ese grupo, dudo seriamente de su capacidad de razonar) sino que se trata de personas, propiamente tales. Sin duda otro tipo de personas, aunque tal vez tengan más derecho a usar ese título que los autoproclamados homo sapiens.

Hace ya tiempo que quienes se han dedicado a comprender el comportamiento de los cetáceos venían proponiendo esta idea y, a pesar de la sonrisa burlona de los ignorantes sabelotodo, no solo ha ido cobrando fuerza por lo “buena onda”. Los argumentos también pesan.

Hace pocos días se realizó en la ciudad canadiense de Vancouver la cumbre anual de la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), donde se presentaron los más recientes estudios sobre las complejidades del comportamiento de los delfines y las ballenas. Entre otros descubrimientos, se demostró que tienen conciencia del dolor físico y emocional y poseen la capacidad de elegir sus acciones (a diferencia de la mayoría de los esclavos del sistema financiero que erróneamente nos creemos dueños de nuestras vidas).Los especialistas informaron que tanto delfines como ballenas usan nombres propios para distinguirse entre sí, claramente articulados con fomenas específicos de su complejo y alucinante lenguaje.  Desde el punto de vista neurológico la evidencia también dice mucho: “La neocorteza de los delfines, la parte más nueva del cerebro y responsable del pensamiento de orden superior, es más grande y sofisticada que la de los chimpancés.

Esto nos dice que los delfines son pensadores complejos, muy inteligentes”, explicó Lori Marino, académica de neurociencia y conducta biológica de la Universidad de Emory, Estados Unidos.  (Nota al margen: este es un dato que debería preocuparnos, toda vez que la atrofia en el lóbulo frontal de nuestro propio neocórtex, el área donde se alojan aquellas funciones que nos hacen personas civilizadas, es  un razgo común en muchos delincuentes e individuos de conducta antisocial que parece ir en aumento).

Otro punto a favor de los delfines y las ballenas es que tienen conciencia de sí mismos. Superficialmente se parece a la nuestra, aunque probablemente se algo que somos incapaces de concebir.

Si consideramos que hasta la irrupción del cáncer homo sapiens en la Tierra, que vino a contaminar los océanos, diezmar la biósfera y envenenar el aire, ellos vivieron durante millones de años en un prístino ambiente acuático de pureza sin igual, no es descabellado inferir que los cetáceos son criaturas en perfecta armonía con las leyes naturales cósmicas. Ahi en las desconocidas y azules profundidades de su hogar han sabido convivir en paz,  con esa autoconciencia y perfecta noción del “otro”, jugando, aprendiendo y haciendo el amor para dar vida a sus crías que educan con dedicación, viajando por las corrientes sumergidas, vivenciando el ser y el estar y quizás qué otras maravillas que solo son posibles de conocer para ellos, cuyos secretos tal vez se esfuerzan por comunicarnos cuando nos observan con esos ojos llenos de ternura y compasión, seguramente sintiendo lástima por la patética soberbia con la que vamos destruyéndolo todo, felices en nuestra ignorancia, demostrando a cada instante que lo antropomórfico está sobrevalorado.

En un mundo civilizado el anuncio oficial de que compartimos el planeta con  personas de otra especie debería ser tema de portada y motivo de carnavales en todas partes, además de homenajes especiales para nuestros hermanos cetáceos, comenzando por la prohibición absoluta de asesinarlos, atraparlos y encerrarlos. En cambio, la noticia pasó apenas advertida detrás del fenomenal descalabro de la economía que los humanos más inteligentes han diseñado -que risa- y de las atrocidades brutales que unos cometen contra otros en diversas partes. Acá, por cierto, quedó oculta detrás de la idiotizante procesión de personajes vacíos que supuestamente nos entretienen durante nuestras pocas horas de descanso y las discusiones inútiles que ocupan el tiempo de esas autoridades que apenas disimulan su enfermizo apego al poder y los privilegios que éste conlleva.

Seguramente resulta difícil para la gran mayoría concebir que un ser  con forma de pescado sea una persona. ¿No basta para serlo el vivir buceando en armonía perfecta con la generosa gota de agua que nos sustenta y contiene en el cosmos infinito? ¿Se necesitan casas y edificios, avenidas pavimentadas, infraestructuras artificiales que deforman, intervienen y pervienten los ecosistemas, máquinas asesinas, objetos para la distracción, vestuario para la vanidad, sistemas de distribución de los recursos que producen hambre y enfermedades? Algo me dice que si tuvieran todo eso en alguna parte del fondo del mar, probablemente también habrían dejado ya de ser personas.

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