Robert Fludd y sus imágenes de la divinidad
Los diagramas alquímicos del médico inglés Robert Fludd son uno de los grandes tesoros de la filosofía hermética, antiguos infográficos de la correspondencia primordial entre el macrocosmos y el microcosmos, en cuya comprensión yace el secreto de todas las edades
El médico inglés Robert Fludd (1574-1637) fue un espíritu renacentista cuyo erudito interés abarcó la arquitectura, las matemáticas, la música y las esferas pitagóricas, la ingeniería militar, la hidrología, la óptica y, por lo que más se le recuerda, la astrología, la alquimia, la Cábala, el hermetismo y el rosacrucianismo. Fludd practicó medicina a la manera de Paracelso, y de este gran maestro suizo incorporó una filosofía del mundo como imagen de la divinidad: el hombre y la naturaleza siendo el microcosmos de Dios y las estrellas. Uno de los indudables talentos de Fludd fue el dibujo, y esa eterna tarea de buscar representar a Dios –de crear una imagen que sirva como mapa psíquico de aquello inconmensurable que sólo puede ser simbolizado pero nunca significado– dejó algunos de los diagramas herméticos y alquímicos más logrados y consultados entre los estudiosos de las ciencias ocultas.
La obra maestra de Fludd, Utriusque Cosmi, comprende más de 60 grabados que ilustran su filosofía. Una breve exploración de las ideas y la teología detrás de esta obra curados por Urszula Szulakowska es la base de este artículo, que es apenas una ligera meditación y, esperamos, una invitación a acercarse a su fascinante obra.
Como otros adeptos a las ciencias ocultas en los siglos subsecuentes a la edad media, Fludd combinó conceptos del cristianismo con el hermetismo, la mística hebrea y el platonismo. Fludd entendió a Jesucristo como el equivalente del ángel Metatron, quien era al anima mundi. En esta tabla de correspondencias, Jesús, como encarnación del Verbo, era también equivalente a “Hochmah” (escrito también Chochmah), la emanación de sabiduría del Árbol de la Vida. El Logos (o Verbo) es equivalente el Aleph del alfabeto hebreo y es la forma divina que reside en el Sol.
Central a la cosmovisión de Fludd es la luz divina de cuya emanación se desdobla el mundo material. Los principios de luz y oscuridad, la eterna dualidad, son representados por dos conos que se intersectan. En la base de la “pyramidis formalis” (el mundo de las formas primordiales, equivalente al mundo de la ideas de Platón) está el Empireo de Dios, significado con rayos de luz; en la base de la “pyramidis materialis” yace la Tierra apuntando hacia Dios. Dentro del losange creado por la intersección del cono descendente y el cono ascendente yace el Sol, ya que la naturaleza de esta esfera es balancear la oposición entre espíritu y materia, masculino y femenino, azufre y mercurio.
Fludd basó su cosmogonía en los tres principios generadores conceptualizados por Paracelso en su trabajo alquímico. Luz, oscuridad y agua, de los cuales emergían tres principios elementales constituyentes de la materia: la sal de la oscuridad (la “prima materia”) azufre de la luz (el alma) y mercurio del agua (el espíritu). Estos, a su vez, producían las tres cualidades de la física medieval: calor, frío, sequedad y humedad.
El hombre es el microcosmos –espejo fractal– del gran cosmos, y a su vez es macrocosmos de las células de su cuerpo, en una dinámica infinita de correspondencias que refleja la creación. Esto es, la separación del mundo inferior de los elementos del mundo superior del cielo que a su vez está separado de una región divina más allá de las estrellas. Todo es, en esta visión, el fruto de la Luz Divina que penetra en la oscuridad.
Infografías de una divinidad “cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia en ninguna”. Dios es representado como un triángulo dentro de un círculo. Dentro del triángulo están los tres círculos internos: elemental, etéreo y angélico. El triángulo de luz de Dios (también el ahora popular signo del Ojo en la Pirámide), que yace más allá de todas las cosas, penetra el agujero negro de la materia y de ahí surgen tres mundos, en el centro el Tetragrammaton.
El primer material de la Tierra era el vacío informe (¿la espuma cuántica?), rodeado de la oscuridad. Del abismo del Caos surgió la Luz y nació el orden cósmico. El orden provino del Caos a partir de la acción de la luz, se formó la substancia. Esta es la luz que le otorga al mundo su esplendor, una especie de rubor de Dios.
El biógrafo de Robert Fludd, J.B. Craven, escribió sobre su defensa de la Orden de los Rosacuces: “Progreso en virtud, por sublimación, en lagrimas, por la inhalación del divino halito, así el alma será sublimada, vuelta sutil, con la claridad para contemplar a Dios, conforme a una semejanza angelical; así aparentemente la muerte y las piedas inertes se convierten en vivas piedras filosofales. Tales son las opiniones y los métodos de la hermandad; tal es la alquimia y los procesos referidos en su confesión”.
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